Fuiste ese amor dulce y doloroso, mi primer amor, mi primera gran desilusión.
Las lagrimas ya no habitan en mi, mas recuerdo a veces tu nombre, y eso es extraño.
Quizás me pasa por que no soy de piedra.
Bien sabes, cuanto me gustaba buscarme en tus ojos, en tu piel y en tu nariz.
Y es curioso, que aún me pregunte si me amas o me amaste, si algún día podré soltar este amor que significa tanto y nada, o si no... y a pesar de todo, eres el recuerdo mas triste y repetitivo de mi vida.
Hoy agradezco que fueras el motor de mi búsqueda interna, y que solo puedas verme a través de tu espejo.
Soy una mujer llena de amor y compasión, por eso elijo hoy perdonarte.
Algunos golpes son generosos ya que después del dolor traen consigo la sabiduría, y la fuerza.
Sin duda, ser tu hija fue un regalo del creador.
Espero un día volver a verte.
A mi Padre.